miércoles, 2 de junio de 2010

Sobre mi barrio

La chica del estanco no caía muy bien a los vecinos. Decían que era una sosa. Se limitaba a darte el tabaco, las vueltas y poco más. Pensándolo bien, si te pegas 10 horas al día, de lunes a sábado, encerrado en un zulo de 2x2 sin que te de el aire o la luz del sol, rodeado de droga, con las abuelas de la primitiva, su tabaco gracias, cualquiera se transformaría antes o después en una seta.

Un jueves a las 7 de la tarde, víspera de festivo, mientras me liaba con las monedillas, le dije "ánimo, que sólo te queda una horita, y luego a disfrutar de todo un puente". Fue la primera vez en meses que la vi sonreír. Me contesto "sí, mañana me quedaré todo el día en casa haciendo el vago, pero el sábado aquí estaré de nuevo..."

Pienso en algunos días en los que me he sentido molesta por quedarme sin tabaco, bajar a la calle y encontrarme con una puerta cerrada. Quiero un cigarro y lo quiero ya. Pero esta vez estaba viendo la otra cara de la moneda.

Con el tiempo nuestras conversaciones fueron más largas. Le contaba mis penurias con el trabajo, y si fumo pall mall por algo será, somos pobres como ratas y encima adictos. Ella era de un pueblo de Toledo, y tardaba dos horas cada día en llegar al curro. Y otras dos en volver, claro. Pero es que el mundo está así de raro, y un curro es un curro. Claro que sí.

Hace unas semanas bajé a por tabaco y me atendió un chico joven, bastante guapo y agradable. Todos los vecinos lo adoran. Es tan simpático... Siempre te recibe con una sonrisa, te comenta las ofertas, pregunta a las viejas por sus nietos... Yo he empezado a peinarme para bajar... 

El caso es que mi amiga, la estanquera de Toledo, ya no trabaja aquí. Supongo que se habrá cansado de ir y venir. Ojalá haya encontrado un trabajo mejor. Aunque yo nunca lo sabré.

Ni si quiera le pregunté su nombre.

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