viernes, 8 de abril de 2016

Sobre nuestros mejores amigos: no les falles.

Hace un par de semanas viajábamos por la AP-68, dirección Burgos, para pasar allí el fin de semana con la familia y los amigos. A la altura de Logroño, en la mediana de la autopista, vimos a un pobre chucho sucio caminando sin saber a dónde ir. Mi primera reacción fue pedirle a David que parase para recogerlo y acercarlo a un área de servicio o a un pueblo, pero él (con toda la razón del mundo) lo consideró demasiado peligroso (a parte de que está súper prohibido). Así que, con el corazón en un puño, dejamos atrás al animalico. Lo único que pudimos hacer por él fue llamar a la Guardia Civil y dar parte.


En el 062 nos atendieron enseguida. Acelerada y algo nerviosa, les di toda la información que pude sobre la localización del animal. El hombre al teléfono se mostró interesado y agradecido por el aviso y nos comunicó que enviarían a un equipo a recoger al perro lo antes posible.

David y yo nos quedamos más tranquilos pues, seguramente, gracias a nuestra llamada y a la eficacia de estas personas, el perro podría comenzar una nueva vida, lejos de sus apestosos y desalmados dueños que no merecen ni respeto ni cariño. Le comenté a David, en broma, que sería bonito que nos volviesen a llamar para decirnos que el chucho está estupendamente, que lo está atendiendo un equipo sanitario y que nos manda saludos. Y de paso, que adjuntaran una foto por whatsapp. Con gestos así, el mundo sería un lugar más divertido.


Para nuestro asombro, el teléfono sonó. Era un guardia civil, que nos llamaba para preguntarnos que dónde estábamos y que si nos encontrábamos bien. Cuando le dije que habíamos continuado nuestro camino se sorprendió:

- ¿Pero su coche no tiene desperfectos después del atropello?
- ¿¡Lo han atropellado!? ¿¡Esá muerto!?

Los dos rompimos a llorar. Ni por un momento nos pudimos imaginar este fatal desenlace. Por apenas unos minutos, me cagüen todo. Mierda. El guardia no sabía ni qué decir.

- Vaya, pensaba que eran ustedes los que habían llamado por el accidente.
- ¿Pero usted cree que yo atropellaría a un perro y me iría tan tranquila? Yo llamé precisamente para evitar un accidente. Y el perro estaba vivo.
- Tranquila mujer, que sólo era un perro, no una persona...
- Muerto. Mierda. Joder. (Sollozos).
- Bueno, pues siento el malentendido, y siento haberle dado un disgusto para nada...
- Ya, bueno. Gracias por avisar...

No recuerdo si nos dijimos algo más. Quiero agradecerles a estas personas todo el esfuerzo que hacen para proteger a los animales abandonados y por ayudarnos tanto. La Guardia Civil tiene todo mi respeto y admiración, a mis abuelos siempre los han cuidado mucho en el pueblo y cada vez que los han necesitado por cualquier percance han ido corriendo a socorrerlos. Y como a ellos, a muchos otros.

Sobre las "personas" que abandonaron al chucho, cualquier cosa que diga es poco. Son escoria, basura, infraseres... Vamos, que ni de lejos llegan a personas. Son despojos humanos. Ojalá los cacen y paguen por lo que han hecho y carguen con la culpa todas sus miserables vidas.

Respecto al chucho, no me quiero ni imaginar cómo fueron sus últimas horas de vida. Vaya terror. Mi consuelo es que sé que todos los perros van al cielo. Allí le querrán y no sufrirá nunca más.