sábado, 30 de octubre de 2010

Sobre la fauna en el tren

Siempre que llego a Zaragoza mi padre me espera sonriente en la estación del tren. Lo primero que me pregunta es que cómo ha ido el viaje, que si me han dado mucho la turra los compañeros de vagón - parece que tengo un imán para los plastas- y la mayoría de las veces contesto que sí. Así que voy a tratar de hacer un recopilatorio de todas esas personas cuyo comportamiento me resulta tan peculiar - en realidad me resulta molesto, pero no deja de ser curioso como la gente no es consciente de ello-.

El fin de semana pasado mi compañera no tendría más años que yo, aunque éramos la noche y el día. Ella iba perfectamente enconjuntada con su traje de chaqueta negro impecable, sus tacones y su maletín. Nada más acomodarse en su asiento, la yupi encendió su portátil y se puso a trabajar. Pudo mandar en la hora y cuarto de trayecto como 30 emails, además de contestar varias llamadas al móvil de jefes, secretarias, abogados... Qué chica más eficiente. Yo sin duda la contrataría. Pero vamos, que si para llegar a ser alguien en una empresa debes llevar ese ritmo de vida frenético y sin descanso... no sé si a mí me compensa. Sólo de mirarla me contagió algo de estrés. El tiqui tiqui de las teclas no es la mejor banda sonora de un viaje...

Peor era el fulano del asiento de delante. El tipo creía que el mejor lugar en el mundo para elegir la melodía de su móvil nuevo era el Ave. Claro. Por eso sus compañeros tuvimos que escuchar una y otra vez las 20 musiquitas del teléfono hasta que el hombre se decidió. Ring ring... nino, nino, nino... ñaaaauu, ñaaaaauuu... cri cri, cri cri... lerele, lerele loooo... y otra vez ring ring... que levante la mano el que NO le habría metido el móvil por el...

Detrás de mí viajaba una señora mayor de las que no sabe estar hora y media callada. Por eso llamó a su hija, a la Antonia, a la Seve, a su cuñada y al pueblo entero por lo visto. Así todos pudimos deleitarnos con los entresijos de su fascinante vida. Porque si no se han descongelado del todo las chuletas, podemos hacer una tortilla. Si hija, le quitaron la vesícula. No no, yo estoy bien, todavía me voy un poco de vientre pero nada grave. ¿En serio? Cuando se enteren en el barrio... Ay lo que me cuentas... Esa es una guarra y no sé como el tontolaba del Paco se lo consiente, y eso que las tetas se las pagó él. Si si, el viaje bien, te dejo que me llaman por la otra linea...

Sin duda mis favoritos son los niños desbocados, poseídos y gritones con padres pasotas, impotentes y también gritones. Nadie dijo que fuera fácil, desde luego. Pero a la hora de que me hierva la sangre, dudaría entre darle el tortazo al señor padre o a su prole. Como ahora a los niños no se les puede dar un cachete, y mucho menos en público, si no quieres acabar lapidado, toda la tensión acumulada por los padres la liberan a chillidos. Los ves con la vena de la frente hinchada, la cara roja, los nudillos reventones... Y el niño totalmente ajeno al chocho que está montando con sus lloros y sus pataletas. Y no hablo de bebés, que un bebé llore es totalmente lógico y a veces incontrolable. Hablo de pequeños tiranos de doce años crueles, contestones y engreídos. El mundo se está volviendo loco.

Otro personaje pintoresco es el guiri desgreñado con americana y deportivas que se va quedando dormido por las esquinas, o encima de su compañero de asiento... Además de estar en la parra no entiende ni papa de castellano, pero no se corta en preguntarle a todo el mundo que dónde están la cafetería y el baño, que dónde tiene que dejar la maleta, que si la peli es gratis... Todo en su inglés-con-zapato-en-la-boca característico, y mirándote como si fueras un marciano cuando le respondes cortésmente que "yes, yu can put yur suitkeis jiarrr". Anda y que les den, que aprendan castellano o que se queden en su pueblo.

Los adolescentes que viajan solos no molestan. Van a su bola leyendo El jueves o La cuore y escuchando música con su ipod. Pero ojo como vayan en grupo. Lo primero son las fotos haciendo el capullo que colgarán después en el facebook. Después los chistes verdes, los cánticos regionales y las risas descontroladas. Los vaciles a la azafata, los viajes al baño de tres en tres... Sólo les falta sacar el kalimotxo.

Y ahora, repasando lo que he escrito, me siento una vieja cascarrabias. Yo sólo quiero estar tranquilita en mi asiento leyendo. No sé si es normal que me moleste tanto el ruido o el barullo. Quizás lo que más me molesta no es el ruido en sí, sino la estúpida manía que tiene la gente de estar todo el tiempo dando la nota, llamando la atención, como si a los demás nos importaran sus vidas. ¿Y acaso a ellos no les preocupa que los demás nos enteremos de todas sus intimidades?

Como dije antes: curioso.

viernes, 29 de octubre de 2010

Autogooglearse

Sé que es una petardez pero me apeteció probar... así que me busqué en google. Para mi sorpresa, la primera sugerencia mostrada es una carta de una presunta colaboradora del GRAPO que se llama como yo. Bueno, o yo como ella, que me saca una pila de años... Tiene su gracia. Hay miles de mujeres con las que comparto nombre ¡y dos apellidos! en el mundo, da que pensar. Pero gracias a la insistencia de David y a sus sabios -y un poco exasperantes- consejos, he conseguido pasar totalmente desapercibida en el cyber mundo. Cosa que también da que pensar, más aún... Es posible que dentro de unos años nos identifiquemos con un número o un nick (personal e intransferible) en lugar de por la mención oficial a nuestros antepasados. Y también sucederá que, a pesar de tus 70 kilos de huesos y carne, si no estás en el cyber espació ya no serás nadie.