lunes, 28 de noviembre de 2011

Sobre los médicos

Desde que comencé la dieta, me han salido endocrinos por todas partes. No consigo entender como quedan gordos en el mundo, ¡con lo fácil que es tener el cuerpo perfecto!

Se me cae mucho el pelo, a puñados, pero todo el mundo sabe que es por el otoño. Sin preguntas, sin pruebas, sin análisis de sangre... Todo el mundo menos yo, claro. ¡Me quito el sombrero!

Y es que es verdad. ¿Por qué malgastar varios años estudiando tanto en una facultad de Medicina? ¿Para qué todas esas prácticas, residencias y guardias? Total, en Saber Vivir nos van a explicar LO MISMO.

Si además de Medicina en general quieres ser un experto nutricionista, no tienes más que prestar atención a los anuncios. Todos sabemos que el pan no engorda, sólo lo que metes dentro. Y el integral es mejor aún, para TODO. Igualmente los yogures son beneficiosos para todo tipo de enfermedades, ya que nos proporcionan un escudo contra agentes patógenos varios que debemos evitar a toda costa, sean lo que sean esas temibles criaturas. El bollycao con extra de leche aporta calcio y cientos de cosas beneficiosas para los niños, y las pizzas de Casa Tarradellas son muy sanas y naturales, contienen todos los ingredientes de la dieta perfecta. Por supuesto, para cenar, un buen tazón de cereales, o en su defecto, barritas de alpiste, porque nos hará cagar como reyes y por ende, seremos más felices e iremos saludando a todos los desconocidos que nos crucemos.

Pero yo, que soy una rancia y una anticuada, prefiero seguir escuchando la opinión de mis médicos, aunque me cueste algún pinchazo.

Sobre las preguntas de los niños

Los niños de mi clase, como todos, son muy preguntones. A menudo me dejan fascinada con sus reacciones o su manera de percibir el mundo. Vamos cogiendo confianzas conforme avanza el curso y cada día que pasa me interrogan más sobre mi vida personal. Son muy cotillas. Intento explicarles las cosas a su manera, pero no siempre encuentro la respuesta correcta, supongo que lo conseguiré a base de años de experiencia. Por ejemplo, no les he dicho que estudié Comunicación Audiovisual porque dudo que sepan qué es. Cantidad de adultos desconocen esa licenciatura, así que no será fácil explicársela a un niño. Además piensan que tengo como mucho 10 años más que ellos, lo cual es muy halagador, pero ese detalle da pie a situaciones de lo más absurdas.

La otra mañana, Blanca, una simpática niña, algo revoltosa, me dio conversación.

- Profe, ¿tú que estudias?
- Ay cielo, yo ya estudié todo lo que tenía que estudiar.
- ¿Fuiste a la universidad?
- Pues si, a estudiar periodismo.
- Hala... qué chuli... ¿y en qué trabajas?
- Pero vamos a ver, ¿no me ves aquí contigo? Esto es mi trabajo.
- Ah... claro. Bueno, pero sólo es una hora. ¿Qué haces el resto de día?
- (Silencio incómodo) Pues... otras cosas, ejem... Doy clase a otros niños y les ayudo con sus asignaturas (obviemos la realidad, sólo doy clase a una niña y de una asignatura).
- Entiendo. Pero... ¿y no has pensado en trabajar de periodista?
- (Grrrr... maldita sea) Esto... jaja... ja... me encantaría tener respuesta a esa pregunta... ¿¿No tienes deberes??

Bendita inocencia.

martes, 22 de noviembre de 2011

Sobre Ken Robinson

Sir Ken Robinson, educador y escritor británico, es experto en aprendizaje creativo y educación artística. A finales de los noventa, al frente de un comité sobre educación, publicó el Informe Robinson, que ponía de manifiesto la escasa importancia que se le daba a la creatividad en el proceso educativo en las escuelas.

En este vídeo suyo podemos contemplar un análisis de la estructura educativa, de su evolución a lo largo de la historia, de los problemas que presenta en la actualidad y de una posible solución o conclusión.

Podremos no estar de acuerdo con alguna de sus observaciones y argumentos, pero creo que merece la pena verlo, por su contenido ilustrador y también por la técnica de grabación empleada, que es bonita y original. Además, el tipo parece la mar de simpático.

Ken Robinson: Changing Paradigms. Cambiando los Paradigmas de la Educación.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Sobre la suerte

Acontecimientos recientes han reforzado una serie de pensamientos que tenía respecto a la suerte, tanto buena como mala, y de cómo influye en la manera de percibir la vida para algunas personas.

Yo no creo en la suerte. Evidentemente no reniego de la existencia de dicho concepto, definido por la RAE como circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede, entre otras cosas. La suerte como término no es una cuestión de fe. Lo que no me gusta es que la gente lo utilice para argumentar o excusar dichos actos o sucesos de sus vidas. No creo que alguien pueda tener mala suerte crónica como si de una maldición se tratara, o buena suerte gracias a sus astros y sus ángeles. Las cosas suceden y punto. Existe el azar, existen las coincidencias, las casualidades, unas veces nos irán las cosas bien y otras mal, pero la actitud ante estas situaciones depende únicamente de nosotros mismos.

Voy a poner un bobo ejemplo de algo que me acaba de suceder.

El uno de noviembre, festivo, a las 9 de la mañana, la policía se presenta en mi casa para convocarme a participar como suplente de Presidente en una mesa electoral de mi barrio. Me acabo de empadronar aquí, tengo cientos de vecinos, me tocó participar en una mesa en las anteriores elecciones... ¿Qué probabilidades hay de que esto suceda? Yo creía que pocas, y sin embargo me citan de nuevo. Tengo que pegarme un buen madrugón el domingo de las elecciones, luego no puedo salir el sábado. Además ese fin de semana es el cumpleaños de David, y no se va a Burgos a celebrarlo con su familia por quedarse conmigo. Ya sabéis que acudir a la cita es obligatorio, tanto para titulares como para suplentes. Qué queréis que os diga. Yo creo que esto es tener MUY MALA suerte...

El veinte de noviembre, día de las elecciones, acudo a mi cita puntual, como buena ciudadana, a cumplir con mi obligación. Son las ocho. Apenas he dormido cuatro horas. En el colegio electoral andamos casi todos nerviosos, los primeros en llegar somos los suplentes, por supuesto, porque estamos deseando largarnos de allí. Van apareciendo los titulares y de repente la veo, es ella, mi presidenta, organizando la mesa como si llevara el cargo en la sangre. Qué alegría. Colaboramos un poco para dejar el lugar en orden, hacemos cuatro chistes, y a las nueve menos cuarto algunos suplentes abandonamos el lugar. Yo hago parada técnica en la pastelería y acudo a casa de mis padres a disfrutar de un fantástico desayuno. Después vuelvo a mi casa a pasar un tranquilo domingo junto a David. ¡Qué BUENA suerte tengo!

Sé que soy una afortunada porque mis amigos y conocidos no paran de repetírmelo. ¿Sólo has estado media hora? Ves, no era para tanto. ¡Qué suerte has tenido! Ya sabía yo que no te tocaría, ¡si es que nunca me haces caso! ¡Tanto agobiarse para nada! 

Sin embargo la noche anterior yo me sentía bastante desafortunada. ¿Y si me llega a tocar? ¿Qué me habrían dicho esas personas? ¿Saben que si citan suplentes es porque cabe la posibilidad de que el titular no acuda?

La cuestión es que aquí tenemos una estupenda balanza, un suceso de mala suerte frente a otro de buena suerte. Mi manera de entender este caso es que todo depende de la actitud de cada uno. Por eso no existe la suerte. Me han sucedido una serie de cosas que podrán gustarme más o menos, podré afrontarlas con humor, con entusiasmo o con mala leche, pero son cosas que pasan. Porque a fin de cuentas, la vida es eso, cosas que nos pasan.

Nuestro ánimo influye demasiado en la percepción que tenemos de estos sucesos. Hay gente feliz por naturaleza, se adapta a lo que le toca y vive la vida con ilusión, se siente afortunada porque la vida tiene cosas maravillosas. Por desgracia, hay más personas angustiadas por naturaleza, que sufren mucho por cosas inevitables, y ellos mismos se colocan el estigma de desgraciados. Desde luego, cambiar de actitud en ese punto es muy difícil.

Evidentemente los problemas de cada uno son los más importantes del mundo, pase lo que pase a nuestro alrededor, y mal de muchos no es consuelo de nadie. Por eso, cada vez que nos pasa algo que no nos agrada, nos cuesta ver el lado positivo y nos sentimos desdichados. Creemos que tenemos MALA suerte. Sin embargo, cuando los problemas son de los demás, enseguida sabemos cómo solucionarlos, o cómo asumirlos de una manera menos terrible. Incluso podemos a llegar a pensar que los demás apenas tienen problemas, luego tienen BUENA suerte.

Y no me gusta.

Ale, me voy a comprar un cuponazo, porque puede que me haga millonaria, o puede que no.

viernes, 18 de noviembre de 2011

¡Felicidades Pequeño!

¡Muchas felicidades, nene! Espero que hayas disfrutado de tu semana de fiestas. Sé que este año no ha sido tan espectacular como otros, pero aún quedan regalos y sorpresas, y toda una vida por delante para celebrar cosas juntos.

Deseo que pases un bonito día. Te echo de menos. Dile a tu jefe que te deje salir antes, intenta ganártelo con esos pastelitos tan ricos mmm... jajaja. Bueno, yo aquí te espero, como todos los días, y a ver si hoy estrenamos juntos el Carcassonne.

A partir del año que viene, cumpliremos los años hacia atrás, ¿trato hecho? Te quiero mucho mi pequeño friki, y te querré siempre. ¡Un besico enorme!

Dice tu gato que miau miau, o sea, Feliz cumpleaños, ráscame la oreja.



Santa Isabel de Hungría

Ayer fue mi santo. De niña siempre lo celebrábamos con una fiesta y regalos, pero con los años el evento se ha moderado. Mi mamá me preparó una de mis comidas favoritas y hemos quedado para ir de compras la semana que viene. Anoche recordé que hace un tiempo escribí algo sobre el tema y me ha apetecido rescatarlo, por eso de que el saber no ocupa lugar. Es una bonita historia :-)


Santa Isabel de Hungría

17/11/07

Hoy se celebra el VIII aniversario del nacimiento de Santa Isabel, princesa de Hungría, hija del rey Andrés II y de Gertrudis de Andechs-Merano. Según la tradición húngara, nació en el castillo de Sárospatak, uno de los preferidos por la familia real, al norte de Hungría, en el año 1207.

Isabel, a los 15 años, fue dada en matrimonio por su padre, el Rey de Hungría, al príncipe Luis VI de Turingia. El matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿cuánto más debiera amarte a Ti?". Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones de Isabel. Ella repartía a los pobres todo cuanto encontraba en su casa. Su esposo respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".

Cuando apenas tenía veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, que era Cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y decidió entonces vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.

El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos. Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.

Con tan solo 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.

Su vida ha sido entretejida de leyendas, fruto de la veneración, de la admiración y de la fantasía, que plasman facetas importantes de su personalidad. Entre muchas otras, me fascina la siguiente:

“No faltó quien acusó a la princesa ante su esposo de estar dilapidando los caudales públicos y dejando exhaustos los graneros y almacenes. Luis quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir el acoso de sus súbditos y les pidió una prueba de su acusación.

- Espera un poco - le dijeron - y verás salir a tu señora con el bolsillo lleno.

Efectivamente, poco tuvo que esperar el príncipe para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio, cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:

- ¿Qué llevas en la falda?

- Nada... son rosas - contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.

Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.”

Un besico enorme a mis papás.