lunes, 21 de noviembre de 2011

Sobre la suerte

Acontecimientos recientes han reforzado una serie de pensamientos que tenía respecto a la suerte, tanto buena como mala, y de cómo influye en la manera de percibir la vida para algunas personas.

Yo no creo en la suerte. Evidentemente no reniego de la existencia de dicho concepto, definido por la RAE como circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede, entre otras cosas. La suerte como término no es una cuestión de fe. Lo que no me gusta es que la gente lo utilice para argumentar o excusar dichos actos o sucesos de sus vidas. No creo que alguien pueda tener mala suerte crónica como si de una maldición se tratara, o buena suerte gracias a sus astros y sus ángeles. Las cosas suceden y punto. Existe el azar, existen las coincidencias, las casualidades, unas veces nos irán las cosas bien y otras mal, pero la actitud ante estas situaciones depende únicamente de nosotros mismos.

Voy a poner un bobo ejemplo de algo que me acaba de suceder.

El uno de noviembre, festivo, a las 9 de la mañana, la policía se presenta en mi casa para convocarme a participar como suplente de Presidente en una mesa electoral de mi barrio. Me acabo de empadronar aquí, tengo cientos de vecinos, me tocó participar en una mesa en las anteriores elecciones... ¿Qué probabilidades hay de que esto suceda? Yo creía que pocas, y sin embargo me citan de nuevo. Tengo que pegarme un buen madrugón el domingo de las elecciones, luego no puedo salir el sábado. Además ese fin de semana es el cumpleaños de David, y no se va a Burgos a celebrarlo con su familia por quedarse conmigo. Ya sabéis que acudir a la cita es obligatorio, tanto para titulares como para suplentes. Qué queréis que os diga. Yo creo que esto es tener MUY MALA suerte...

El veinte de noviembre, día de las elecciones, acudo a mi cita puntual, como buena ciudadana, a cumplir con mi obligación. Son las ocho. Apenas he dormido cuatro horas. En el colegio electoral andamos casi todos nerviosos, los primeros en llegar somos los suplentes, por supuesto, porque estamos deseando largarnos de allí. Van apareciendo los titulares y de repente la veo, es ella, mi presidenta, organizando la mesa como si llevara el cargo en la sangre. Qué alegría. Colaboramos un poco para dejar el lugar en orden, hacemos cuatro chistes, y a las nueve menos cuarto algunos suplentes abandonamos el lugar. Yo hago parada técnica en la pastelería y acudo a casa de mis padres a disfrutar de un fantástico desayuno. Después vuelvo a mi casa a pasar un tranquilo domingo junto a David. ¡Qué BUENA suerte tengo!

Sé que soy una afortunada porque mis amigos y conocidos no paran de repetírmelo. ¿Sólo has estado media hora? Ves, no era para tanto. ¡Qué suerte has tenido! Ya sabía yo que no te tocaría, ¡si es que nunca me haces caso! ¡Tanto agobiarse para nada! 

Sin embargo la noche anterior yo me sentía bastante desafortunada. ¿Y si me llega a tocar? ¿Qué me habrían dicho esas personas? ¿Saben que si citan suplentes es porque cabe la posibilidad de que el titular no acuda?

La cuestión es que aquí tenemos una estupenda balanza, un suceso de mala suerte frente a otro de buena suerte. Mi manera de entender este caso es que todo depende de la actitud de cada uno. Por eso no existe la suerte. Me han sucedido una serie de cosas que podrán gustarme más o menos, podré afrontarlas con humor, con entusiasmo o con mala leche, pero son cosas que pasan. Porque a fin de cuentas, la vida es eso, cosas que nos pasan.

Nuestro ánimo influye demasiado en la percepción que tenemos de estos sucesos. Hay gente feliz por naturaleza, se adapta a lo que le toca y vive la vida con ilusión, se siente afortunada porque la vida tiene cosas maravillosas. Por desgracia, hay más personas angustiadas por naturaleza, que sufren mucho por cosas inevitables, y ellos mismos se colocan el estigma de desgraciados. Desde luego, cambiar de actitud en ese punto es muy difícil.

Evidentemente los problemas de cada uno son los más importantes del mundo, pase lo que pase a nuestro alrededor, y mal de muchos no es consuelo de nadie. Por eso, cada vez que nos pasa algo que no nos agrada, nos cuesta ver el lado positivo y nos sentimos desdichados. Creemos que tenemos MALA suerte. Sin embargo, cuando los problemas son de los demás, enseguida sabemos cómo solucionarlos, o cómo asumirlos de una manera menos terrible. Incluso podemos a llegar a pensar que los demás apenas tienen problemas, luego tienen BUENA suerte.

Y no me gusta.

Ale, me voy a comprar un cuponazo, porque puede que me haga millonaria, o puede que no.

4 comentarios:

  1. Que bueno, me lo mandaron hace mucho tiempo, me ha gustado verlo otra vez :)
    No me deja seleccionar el perfil con gmail, lo tengo bloqueado, otra vez soy anónima :P

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  2. Joer, el comentario es para la publicación de Ken Robinson, que pasa?? :/

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  3. Marian, sé que eres tú :P qué haces, loca?? jaja

    Rebuscando esta mañana entre correos enterrados sin leer apareció uno tuyo con este vídeo :) pa que veas que al final SI los leo todos jajaja

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  4. jajaja Ya te vale :P Sabía que te lo había mandado hace siglos... y lo ves ahora?? jaja Como eres... :D

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