lunes, 20 de febrero de 2017

Querida mamá: tres meses

Querida mamá,

hoy se cumplen tres meses desde tu muerte. Te echo mucho de menos. No te puedes imaginar el dolor me que supone no poder verte, tocarte, llamarte para alegrarte la tarde contándote mis tonterías. Por eso te mando esta carta. De alguna manera, sé que la leerás.

Son muchos los días en los que me apetecería encerrarme en casa y llorar y llorar y lamentar tu ausencia. Pero te voy a ser sincera: ¡no tengo tiempo! Desde que te fuiste, he puesto mucho empeño en rodearme de buena gente, auténticos regalos que me ha dado la vida. A algunas de estas personas las conocía desde hace años, otras son novedades. Quiero que sepas que, gracias a ellas, estoy metida de lleno en una serie de aventuras apasionantes, construyendo un futuro precioso. Sin duda, estarás muy orgullosa. Siempre lo has estado.

Tú que me conoces, puedes imaginar cómo salgo de casa cada mañana: con energía, paso firme y una enorme sonrisa en la cara. No son pocas las personas a las que esto les extraña. Algunas me miran con lástima y tratan de consolarme, pues creen entender que la procesión va por dentro. Otras intentan encontrar el lado positivo, y suelo responderles que eso no existe. Bueno, según el grado de confianza, claro. Si no es mucha, solo asiento, doy las gracias y me alejo. Incluso ha habido personas que han pretendido convencerme de que tu muerte era una lección de la vida que me haría aprender y crecer como persona. Sé que esto último te estará haciendo mucha gracia. Si cierro los ojos, soy capaz de escuchar tu carcajada.

Estas personas no deben saber que, cuando se muere una madre, no hay consuelo posible. Primero la tristeza te invade, luego se anida muy dentro, y después, nunca más se va. Está ahí dentro para siempre. Yo, que soy una mujer fuerte, optimista, que jamás me rindo y que siempre encuentro la manera de sobreponerme ante la adversidad, puedo afirmar con total seguridad que no hay absolutamente nada positivo en la muerte de una madre, sobre todo si esa madre eres tú. Pero, a pesar de todo, soy muy feliz. Feliz de verdad.

Mamá, tú no me diste una lección con tu muerte, sino con tu vida. Tú me enseñaste a vivir y a amar intensamente. Tú hiciste de nuestro mundo un lugar mejor con tu generosidad, tu bondad, tu tenacidad, tu honestidad. Viviste anteponiendo las necesidades de los demás a las tuyas propias. Cuidaste, amaste, sembraste y recogiste. Tuviste una existencia trascendente y cambiaste la vida de todos los que tuvimos la suerte de conocerte. Perderte ha sido una auténtica putada.

Esta cita no la llegamos a compartir nunca, pero la he leído por ahí y sé que sería de tu agrado: Aléjate de las personas que tratan de menospreciar tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero los verdaderamente grandes te hacen sentir que tú también puedes ser grande. Mark Twain.

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