miércoles, 23 de marzo de 2016

Sobre la crisis de los Refugiados

Cada día, al apagar el televisor o cerrar Twitter, después del bombardeo de noticias internacionales, no puedo evitar sentirme como una mierda. Veo a hombres y mujeres cargando con sus críos, atravesando el mar, durmiendo en el barro. Los veo pasar hambre, frío, mucho miedo. También tristeza, pues han dejado atrás su tierra y a muchos muertos. MUERTOS, que parece que no nos queremos enterar. No tienen un hogar al que volver, solo escombros y recuerdos.


Esta mañana ha salido el primer grupo de deportados de Grecia a Turquía. Después de haber emprendido un terrible viaje para huir de los horrores de la guerra que les está costando salud, alma y vidas, se han encontrado con muros, vallas con pinchos y, en el peor de los casos, tiroteos. Y todo para nada, pues ya los están mandando de vuelta. Aquí no los quieren. Esta es la Europa civilizada y moderna en la que vivimos, que trata a estas personas como despojos, o como mercancía para usar en su politiqueo de mierda. Los que toman estas decisiones, así como los que las apoyan, son unos miserables. La crisis de los refugiados es realmente una crisis de Derechos Humanos.

Cada vez que veo estas imágenes se me parte el alma. Y cada vez que pienso que podrían ser Olivia y David los de la fotos, me muero un poco.




Después de observar desde la distancia semejante espanto, contemplo a mi pequeña, a la que quiero con toda mi alma, que juega con un tarro de yogur vacío y una cinta de pelo. Es tan feliz... Y sin embargo, cada vez que recojo el salón o su cuarto me azota la rabia y me siento culpable. ¿Cómo puede ser que unos tengamos tanto y otros tan poco? Olivia, que pronto cumplirá su primer año, posee tanta ropa que no le da tiempo a ponérsela toda, y atesora tantos juguetes que a algunos apenas los mira. De otros enseguida se aburre y los tira lejos. Parece que todo le sobra. Menos los abrazos, esos los pide y los da a todas horas.

Por supuesto que no quiero que a mi hija le falte de nada. Doy gracias a la vida que tengo, porque puedo alimentarla, vestirla y mimarla, y doy gracias también a todas las personas que son tan generosas con ella, pero tampoco quiero que les falte de nada a los otros críos, coño. Mientras Olivia vive feliz en su ignorancia, estos niños gatean asustados bajo las alambradas, juegan entre escombros y duermen sobre basura. No hay derecho. Es inhumano. Es tanta la impotencia que me entran ganas de llorar y gritar.








En cuanto Olivia tenga uso de razón, pienso enseñarle estas fotos y explicarle quiénes son estas personas. Os invito a que hagáis lo mismo. En las manos de nuestros niños está el futuro de nuestro mundo. Ellos son nuestra esperanza.

También os invito a que firméis este Manifiesto de Amnistía Internacional y a que compartáis toda la información de ONGs que pueda ser de ayuda. Es importante que todos aportemos lo que podamos, por poco que sea.

Fuentes de las fotos:

Derek Gatopoulos
Rober Astorgano
Petros Giannakouris
Aris Messinis
Miguel A. Rodríguez

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