sábado, 17 de abril de 2010

Noches intrépidas

Ayer David y yo celebrábamos que por fin ya era viernes. Después de una semana más bien feota, ya que ni el tiempo acompañaba, disfrutamos de la maravillosa sensación de tener dos días por delante para no hacer nada. Pasamos la tarde perdiendo el tiempo, una de las cosas que mejor se nos da. Cuando llegó la noche decidimos aprovecharla viendo capítulos de alguna serie hasta el amanecer, juntitos, sin la terrible amenaza del despertador matutino. Pero al tercer capítulo a David le dio un ataque de sueño y se rindió. Pobre, se hace mayor. Como soy un bicho noctámbulo decidí seguir disfrutando yo sola, pero la verdad es que me he acostumbrado demasiado a su compañía, y no se me ocurría qué hacer. Después de contarle a mi gato que el mundo está fatal, decidí reunirme con mi niño bajo las sábanas. También me hago mayor... Fui al cuarto, me quité la ropa y, despacito, me acerqué a David. "Que tengas felices sueños (besito)". Como respuesta, David me empezó a dar cachetes en el muslo (¿?).

Yo: Humm... cielo, ¿por qué me golpeas la pierna?
Él:  Mmmsashícomovuelcoyoaltorohhggr...
Yo: Eh... ¿qué dices, cariño?
Él: Es así como vuelco yo al toro.
Yo: ¿Ein? ¿Estás toreando, mi vida?
Él: Mmsshii...
Yo: ¡Ja! Cielo, ¿puedo despertarte para contarte una cosa muy divertida?
Él: Mshhnno... grffff...
Yo: Como quieras...

:)

No hay comentarios:

Publicar un comentario